sabemos muy bien su estilo de mostrar su fortaleza
con temblores, con estruendos, con eruptos,
con la lluvia de ceniza y con los fuegos que arroja.
Tal Vulcano con su fragua
Ciertas noches echa llamas
Grandes fuegos de artificio
O fallas de embergadura.
Pero no pasa del susto, vuelve la normalidad.
Disfrutamos de su estampa, unas veces reluciente,
otras austero y sereno, nuestro vecino de arriba.
Un eterno vigilante, guerrero enamorado,
vela el sueño profundo de su mujer dormida,
la preciosa Iztaccíhuatl,
y nos altera el nuestro.
©Javier Duhart y Joan Fort
Atlixco, junio-julio de 2012
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