No es necesario que nos disfracemos,
pero de esta forma nos divertimos,
nos burlamos de la casta y dejamos
el letargo invernal que nos impregna
de la contaminación de los medios.
En el ámbito creado está la razón
perdida en los juzgados y en las Cortes.
Nos disfrazamos para integrarnos más
al vecindario –tan diverso como menospreciado–
y hacer de la calle una gran fiesta,
por si fuera necesario tomarla cuanto
antes
y hacer valer de una vez nuestros derechos.
Nos disfrazamos porque somos país
que hemos hallado la dignidad esfumada
entre el perfume de París y el de Madrid,
entre la ropa del otro perdida,
atenazada entre bastidores.
La cuestión es sentirse cómodo vestido
de una manera que no es usual,
recordando siempre su nombre,
y prepararnos para irnos,
de un Estado que nos roba,
y nos bloquea por todos lados.
©Joan B. Fort Olivella
En las catacumbas,
11 de febrero de 2015