miércoles, 19 de diciembre de 2012

Viaje por el Norte de la Península Ibérica (6) De Santander a Zaragoza

En una hora y media por la autopista, que primero sigue por el interior y desde Sámano y Castro Urdiales con bellas vistas sobre la costa cántabra, hasta cerca de Bilbao (Bilbo), la capital de Vizcaya y del País Vasco, que desde finales de los años 90 ha cambiado completamente de imagen. Con la construcción del Museo Guggenheim, obra emblemática del arquitecto Frank O. Gehry, formado por 10 cuerpos de piedra calcárea y los otros 10 de vidrio y titanio que recuerdan a veces un barco y otras una rosa abierta, de la torre Iberdrola y otros edificios, así como de los puentes Euskalduna, de la Salve y Zubizuri del arquitecto Santiago Calatrava y del Ayuntamiento, de un tranvía y del ajardinamiento de los márgenes de la ría, este sector de la ciudad ha dejado el aspecto absolutamente oscuro que tenía cuando había los Altos Hornos y ha llevado vida hacia la plaza de Unamuno y lo que se conoce como las 7 calles, llenas de tascas y comercios, y la plaza Nueva, donde comemos unos pinchos con una familia de Arizona.

En este paseo a pié de ida y vuelta no oigo a nadie que hable en vasco, y cuando de regreso subiendo al ascensor del puente le pregunto a una señora, que resulta que es rumana, me dice que sí que se habla bastante, y ella una poco.

Ya no tenemos tiempo para visitar el museo, pero un compañero dice que vale la pena y que las exposiciones de Eduardo Serra i de la escuela de Viena están muy bien. La librería, también, y permite hacerse una buena idea de la complejidad y riqueza del arte  contemporáneo.

Tomamos la Autopista Vasco Aragonesa hacia Llodio (Laudio) y para conocer mejor todo el mundo del vino de la Rioja, después de Miranda de Ebro la dejamos en la salida de Haro, donde vemos por fuera les caves de los famosos vinos Paternina y Muga, para llegar hasta Briones, pueblo a las afueras del cual la familia Vivanco ha construido un Museo del Vino que vale la pena visitar. En él se explica la historia, todas les clases de uvas y todo el proceso de cultivo de la vid y de elaboración de los diferentes vinos con toda tipo de detalles y recursos, y además se exhibe una colección de 3.500 piezas de arte relacionadas con este y de sacacorchos de una gran calidad e interés etnográfico.

 Entre viñedos y frutales vamos hacia Miranda de Ebro, una parada obligada del camino de Santiago, para visitar su catedral, donde según la leyenda del milagro el gallo y la gallina cantaron y por eso aún se pueden ver dentro, cosa que nosotros no hacemos porque ya lo había hecho en otro viaje, pero sí una capilla donde se conserva un bonito retablo de la Virgen y la plaza Mayor, donde una grupo de niños y niñas juegan alegremente, dando una imagen de vida a este marco de piedra presidido per un gran escudo del Ayuntamiento.

Y de aquí hasta Zaragoza, donde llegamos después de 12 horas de viaje y de haber recorrido 445 km desde el mar Cantábrico a la capital de Aragón, que atraviesa un río Ebro de color verdoso por los aguaceros de los días anteriores en la cuenca de su afluente el Gállego.

©Joan B. Fort Olivella
Atlixco, 19 de diciembre de 2012.

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