martes, 5 de junio de 2012

Décimas a la oda


Bendita composición.
Los poetas te adoramos.
Otra cosa es que sepamos
Darte un ritmo sabrosón,
las palabras, los encajes
que definan los paisajes
con el tono adecuado,
sin caer en lo trillado
lo grosero ni guasón.

Permitidnos alabar
sin llegar a ser pedantes,
pesados ni delirantes
y estar fuera de lugar.
Ayudadnos a encontrar
el ritmo que dé a tu pieza
toda la gracia y belleza
como tantos la encontraron
y con frecuencia la usaron
con la mayor agudeza.
En Grecia grandes poetas.
Píndaro para dar gloria
y merecida memoria
a dioses, héroes y atletas,
porque eran muy estetas.
Alceo a los guerreros,
y aguerridos arqueros.
Safo para el amor
por ser un gran cazador
y devoto de su eros.

En Roma Horacio brilló
loando al gran Augusto
en el tono y ritmo justo
y recompensa encontró,
y también como cantó
al campo y a la amistad
con gran efusividad.
Catulo a su Lesbia amada,
pero sufrida y llorada
hasta la saciedad.

Llegó el Renacimiento.
La oda volvió a vivir
y sacó a relucir
todo su lujo y portento
al compás del sentimiento.
En las cortes y palacios
y otros diversos espacios
franceses  e italianos,
británicos e hispanos
brillaban como topacios.

Y en mi tierra catalana,
Aribau y Verdaguer,
Maragall, Riba, Carner,
al ritmo de la sardana
le dieron su cara urbana.
También Bartra  y Pere Quart
se inspiraron en Mozart
para cantar con amor
a su patria con ardor
por tenerse que alejar.

©Joan B. Fort Olivella
Atlixco, 1 de junio de 2012

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